El 16 de septiembre de este año salió a la luz la obra de Glas Bottom Games, Skatebird, un juego en el que encarnamos a un pájaro cuya misión es practicar skate (sí, skate, has leído bien) mientras seguimos la pista del Gran Amigo. Os contamos más en nuestro análisis sin spoilers.


Nuestro objetivo: salvar a nuestro dueño del capitalismo… montados en skate


No nos vamos a engañar: la propuesta de un pájaro sobre una tabla de skate es, cuanto menos, original. Este título llama la atención, precisamente, por eso. No todos los días se nos presenta la oportunidad de ponernos en la piel (o en las alas) de un pájaro capaz de grindar sobre una revista o una pajita de plástico. Antes de empezar, podremos personalizar a nuestro pajarito, pudiendo vestirle con gafas de sol o bufanda, además de elegir su raza o color.
Al comienzo, el juego nos presentará un tutorial sobre lo básico que debemos saber para no caernos del skate cada tres segundos. Aprenderemos, con un poquito de habilidad, a hacer giros, a coger velocidad, a saltar y a hacer giros en el aire.
A medida que avancemos en el juego, iremos desbloqueando nuevas habilidades, a la par que la trama se desvelará ante nosotros. No es demasiado compleja: ayudar a nuestro Gran Amigo (por no llamarlo dueño) a abandonar su aburrida vida laboral y volver a practicar skate. Es una gran misión para apenas un grupo de parajitos, pero da pie (o pata (perdón)) a una gran cantidad de tareas por hacer.
La historia es curiosa, pero la jugabilidad es mejorable


Uno de los puntos más en contra de esta entrega es su jugabilidad. Tras varias horas de juego, nos hemos encontrado con diversos problemas a la hora de avanzar a causa de las hitboxes y del pésimo control de la cámara (que únicamente se maneja con el botón derecho del ratón, y con una sensibilidad prácticamente nula). Además, la pantalla del juego posee como opción predeterminada el fondo borroso, lo cual puede ocasionar mareos y dolores de cabeza al jugador. Esta preferencia se puede cambiar, pero es una característica que daña mucho la primera impresión de Skatebird.
Los controles del juego son muy complicados de aprender, sobre todo porque los tutoriales de cada uno son muy escasos en cuanto a información. Por ejemplo, para realizar un grind (sostenerse sobre la tabla al filo de cualquier borde), tendremos que mantener pulsado el shift izquierdo, pero el juego no muestra cómo mantenerse sobre el filo. Tenemos que descubrir mediante nuestros propios errores que, efectivamente, hay que mantener pulsadas más teclas para poder sostenernos en el aire.
Además de esto, para poder ir más rápido sobre nuestro skate, deberemos llenar un contador de fancy mediante trucos y habilidades que hayamos aprendido. Este contador nos otorgará beneficios en cuanto a puntuación y rapidez sobre la tabla. El único problema es que es un tanto difícil llenarlo, teniendo en cuenta la escasez de movimientos y la dificultad para llevarlos a cabo.
Dada la complejidad del juego en cuanto a sus controles y cámara, además de no ser nada intuitivo para encontrar las misiones con las que avanzar, puede llegar a resultar aburrido en determinadas ocasiones. La monotonía y la dificultad se agarran de la mano una con otra para conseguir que el jugador no encuentre la motivación necesaria para retomar el juego, aun habiendo jugado únicamente dos horas.
Música muy tranquila, un error en un juego de deportes


Pero un videojuego va muchísimo más allá de sus controles y cámara. También se compone de música, sonidos y gráficos que son capaces de mejorar cualquier entrega, por complicado que pueda parecer.
Pero este no es el caso de Skatebird. La interfaz inicial es mejorable, y si cambiamos de idioma al español, veremos varias erratas y fallos gramaticales por todos lados. En cuanto a los gráficos, son aceptables si conocemos que el estudio que ha desarrollado el Tony Hawk de los pájaros es un pequeño estudio indie que apenas ha lanzado dos juegos previos a este. Salvando algunos detalles como algunas texturas y el sombreado, este apartado se puede salvar.
Por otro lado, el apartado sonoro es también muy mejorable. Skatebird cuenta con una playlist propia en la que nos encontraremos temas que son, fundamentalmente, muy relajados y tranquilos, una decisión un tanto fría por parte del desarrollador. Estar practicando nuevos movimientos con el polluelo sobre la tabla y tener de fondo música tan calmada puede llegar a ser soporífero.
En definitiva, Skatebird es un juego que busca el humor fácil con su entrañable premisa, pero que no consigue llegar a mucho más dados sus malos controles y gráficos. Quizá está bien para jugarlo un rato, pero rápidamente quedará olvidado en nuestra biblioteca de juegos.