Una de las entregas más esperadas del último lustro, The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom ha visto la luz el 12 de mayo de 2023, y hoy os traemos su análisis. Con más de 100 horas de juego a las espaldas y muchos detalles que comentar, vamos a echarle un vistazo a uno de los mejores videojuegos de la historia. ¡Este análisis está libre de spoilers sobre la trama, por lo que siéntete libre de adentrarte en su lectura sin miedo!
La larga espera
No todos los días tengo la oportunidad de reseñar una nueva entrega de mi saga favorita. Ni todos los días tengo la oportunidad de analizar un juego de una de las sagas más aclamadas de la historia. No siempre tengo la oportunidad de hablaros de la pareja de juegos cuya primera parte sentó las bases y cuya segunda decidió reinventarlas No todos los días hablaremos de entregas como The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom.
Todavía recuerdo aquel primer teaser. Era el E3 de 2019. Yo estaba en llamada con mis amigos en Discord, viendo la conferencia de Nintendo. Y llegó ese final. Llegó el primer vistazo. Llegó el grito. Y el llanto. Creo que hablo en nombre de muchísimos fans de la saga cuando digo que ninguno nos esperábamos ver semejante tráiler, además del consecuente temblor en el corazón y las mariposas en el estómago. Aonuma y todo el equipo consiguieron que mis ojos volviesen a brillar.
El Día fue el 12 de mayo de 2023. Así, con mayúscula. Tras haber exprimido al máximo Breath of the Wild y habernos depositado la miel en los labios con Hyrule Warriors: Age of Calamity, tomamos un expreso a tierras hylianas, porque esta vez tenemos que volver a salvarlas de la mano del guerrero más carismático del mundo. Tanto, que no necesita hacer uso de las palabras para demostrarlo.
Bienvenidos de vuelta a Hyrule.
El despertar de Link
Si Breath of the Wild ya nos hablaba del temido Cataclismo y de cómo Ganon iba a arrasar con todo aquello que se le pusiera por delante, inyectándonos grandes dosis de pavor frente al fatídico final de nuestras queridas tierras, Tears of the Kingdom no iba a quedarse atrás. El comienzo de la historia nos sitúa junto a Zelda y Link. Éstos albergan todavía algunas dudas sobre el origen de Hyrule y cómo pueden conseguir contener a Ganon para los restos, por lo que consideran adecuado adentrarse en las catacumbas del Castillo.
Y cómo sería su sorpresa viendo quién aguardaba bajo el mismo. El cuerpo putrefacto de Ganondorf, de quien emerge un halo celeste, se encuentra en estado letárgico con un brazo sobre el pecho. Pero ese brazo no aguanta, y cae al suelo. Es así como vuelve a despertar el Gerudo más malévolo jamás visto. No sabemos por qué sabe nuestros nombres, ni por qué se muestra en una actitud tan altiva si ni siquiera nos conoce (además de porque es el malo malísimo, claro).
Pero lo que sí sabemos es que tiene el poder suficiente como para elevar todo un castillo, desprenderlo de las tierras que lo unían al reino y… de hacer desaparecer a la princesa, dejándola caer al vacío. Link, cómo no, tratará de caer tras ella, pero será imposible seguirle el rastro. En cuanto Link vuelva a despertar, lo hará en unas islas celestes, justo sobre la meseta central de Hyrule. Y es aquí donde comienza un nuevo capítulo de esta historia.
Nuevos poderes, nuevas historias, nuevos personajes, nuevas mecánicas… Es hora de que descubráis todos los componentes del cóctel pasional que conforma Zelda: Tears of the Kingdom y de que saboreéis hasta la última gota de todo el contenido que es capaz de ofrecer un singular cartucho de unos cuantos gigabytes. Vais a querer repetir una y otra vez, os lo prometo.
Hyrule y la evolución
Es difícil olvidar un suceso tan traumático para una comunidad como ha podido ser el Cataclismo, pero el mensaje que buscaban dejarnos las entregas anteriores es que siempre queda un halo de esperanza. Ya sea la esperanza de que un elegido volverá a salvar el reino, la esperanza de una profecía escrita… Los habitantes de Hyrule nunca soltaron el clavo ardiendo que los permitía resistir ante la adversidad. Y es esa confianza la que ha permitido que el reino despegue de nuevo. Esto hará que nos encontremos con el mismo espacio que vimos en Breath of the Wild, pero reestructurado… y evolucionado
No tardaremos demasiado en apreciar este cambio. En cuanto bajemos a las llanuras veremos nuevas estructuras, nuevas formas de supervivencia que facilitan por completo la vida de los personajes (como las atalayas en sustitución de las Torres Sheikah) y que suponen una cambio, permitiéndonos entender que la humanidad ha dado un paso adelante en todos los aspectos. Y si los habitantes han cambiado, los enemigos también. Una mayor variedad de enemigos requiere una mayor pluralidad y un rediseño en las arquitecturas de las que hacen uso. Y es maravilloso, porque sientes que da igual haber explorado estas tierras, sabes que tienes que volver a hacerlo porque nada de lo que encuentres será igual a lo que había hace seis años.
De hecho, huelga decir que Tears of the Kingdom es una entrega muy curiosa en ese ámbito. Es precisamente este juego el que decide enseñarnos todas las costuras y fallos que posee Breath of the Wild. Porque sí, los tenía. Claro que los tenía. En Breath of the Wild, todos los sucesos y toda la vida se llevaban en la superficie del terreno. No se nos daba pie a explorar cuevas, cavernas o fallas del terreno. Era un mundo plano, pese a que logró convencernos de lo contrario durante muchísimo tiempo. Y pese a que su lanzamiento fuese un cambio de aires en cuanto a los videojuegos de mundo abierto, no ha sido hasta Tears of the Kingdom que hemos alcanzado la perfección en la exploración.
Y no contentos con las cuevas que hallaremos en cada rincón de la entrega, tendremos más mapas que descubrir: las islas celestes… y el subsuelo. Si Hyrule ya conforma una densa complejidad de tierras, relieve y decenas de miles de detalles, el subsuelo es otro mundo completamente diferente. Y no son tantos los videojuegos que te transmiten únicamente con la música la sensación de completa claustrofobia que viviremos ahí debajo. La desorientación, el pavor y la curiosidad son los tres factores principales que nos harán movernos por el subsuelo, por muy complicado que pueda parecernos al principio.
Por su parte, las islas celestes son una completa locura. Pese a que no son tan grandes ni hay tantas como podrían haber, son unas geniales promotoras para descubrir más sobre la historia de Hyrule, conocer a la antigua civilización que poblaba estas tierras… y para llevar a cabo nuevos inventos de la mano de las nuevas mecánicas. No es lo mismo llegar a uno de los islotes con ayuda de la pobre paravela que con un planeador teledirigido, y es precisamente de eso de lo que vamos a hablar a continuación.
La reinvención de unas mecánicas perfectas
Una bomba redonda, otra cuadrada, un paralizador, un témpano de hielo y un imán. 5 funciones de la piedra sheikah que nos permitieron recorrer Hyrule y descubrir todos sus secretos. Solamente con 5 simples funciones. Y son esas funciones las que nos han permitido exprimir tanto el juego, de tal forma que a día de hoy se siguen descubriendo nuevos detalles, nuevas formas de derrotar enemigos nunca vistas antes (a todos nos ha salido alguna vez un tweet o vídeo de algún jugador que ha descubierto años después 100 maneras distintas de matar a un bokoblin, de derrotar de un golpe a un centaleón o incluso de generar circuitos eléctricos con armas metálicas, ¿verdad?). Breath of the Wild encendió la llama para que el jugador experimentase todo lo que deseara en cualquier momento y lugar.
Y los desarrolladores lo vieron, claro que lo vieron. Vieron de lo que la comunidad era capaz de hacer, de cómo nos inventábamos cualquier cosa con tal de hacerlo todo a nuestra manera… Y por eso nos han regalado las nuevas funciones principales del juego: la Ultramano, la Ascensión y la Combinación.
Ya no poseemos las cinco mecánicas anteriores… Pero no pasa nada. Ahora contamos con esas tres funciones y nuestra imaginación. Es ahí donde los desarrolladores del equipo han decidido establecer el límite: en nuestras propias cabezas. Incluso para resolver los nuevos santuarios que, pese a que no han variado su fórmula desde Breath of the Wild, sí que han experimentado una evolución gracias a las nuevas mecánicas y ahora contamos con decenas de ideas y formas de resolver un mismo puzzle.
¿Quieres hacer una vagoneta teledirigida para llegar a lo alto de esa montaña? Hazlo. ¿Un recolector automático de manzanas? Adelante. ¿Un asador de cucos? No lo dudes. ¿Un robot lanzarrayos? Siéntete libre de ello. El juego te da todas las herramientas que necesitas para hacer cualquier invención que se te pase por la cabeza. El límite lo pones tú.
Incluso la propia entrega te dará pie a que crees nuevos artefactos. Las misiones que permitirán avanzar en la historia te colocarán en diversas tesituras en las que la improvisación es crucial tanto para avanzar como para sobrevivir. Y no te preocupes si en algún momento no tienes las herramientas necesarias para construir: el juego siempre te deja cerca un buen puñado de materiales con los que podrás construir lo que te venga en gana.
Todos estos detalles y todas estas mecánicas conforman el que es a ciencia cierta uno de los mejores videojuegos de la historia, pero ninguna entrega carece de sombras, y son detalles que no se deben obviar en un análisis de Zelda: Tears of the Kingdom. A continuación comentaremos algunos de ellos.
La continuidad, el gran fallo de Tears of the Kingdom
A lo largo de Breath of the Wild, tuvimos la oportunidad de conocer a decenas de personajes de los que no tardaríamos en encariñarnos y entablar una relación amistosa o cordial. Es, por ejemplo, el caso de Obab. Todas las veces que tuvimos que reunirnos con este Kolog para ampliar nuestra alforja hasta el máximo… para que ahora, en Tears of the Kingdom, ni nos conozca.
La sensación de que hay personajes a los que hemos conocido que ni nos recuerdan ni parecen recordar el Cataclismo abunda por todo Hyrule. La falta de continuidad hace que se rompa ligeramente la conexión entre ambos juegos, dando pie a pensar que, incluso, podemos estar frente a otra línea temporal en la saga Zelda. Aún así, lejos de teorías temporales, hay una relativa inconsistencia en la narrativa que hace que no se sostenga del todo si planeamos colocarla justo después de Breath of the Wild.
Tampoco hay grandes referencias a la cultura Sheikah, más allá de Kakariko y el puesto vigía del principio. Todos parecen haber olvidado a las bestias divinas y su gran trabajo ayudándonos a acabar con Ganon hace algún tiempo. No sabemos dónde han acabado dichas bestias, al igual que las torres. Y es una pena, porque todas estas pequeñas pinceladas que faltan en Tears of the Kingdom lo habrían encumbrado, sin lugar a dudas. Estaríamos ante el juego perfecto.
Conclusiones
Tanto si amas la saga de The Legend of Zelda como si amas los mundos abiertos, este es tu juego. Jamás una entrega nos dio tanto pie a ser libres, a resolver toda cuestión que tuviésemos por delante con una única herramienta base: nuestra imaginación. Si quieres experimentar lo que es el libre albedrío, el pavor ante lo desconocido y la gloriosa satisfacción que te produce haber superado todos y cada uno de los obstáculos que te pondrá por delante Tears of the Kingdom, adelante. Siéntete libre de caer en sus redes (¡y nunca mejor dicho!): te atraparán y no saldrás de Hyule hasta ser reconocido como el legendario héroe del tiempo.
¡Gracias por leer este análisis de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom! Aquí podrás descubrir más detalles sobre la entrega, y recordad que hay a vuestra disposición más de 120 guías de las que podréis hacer uso en caso de necesidad.
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom
Pros
- Este juego es una oda a la libertad creativa y es una maravillosa continuación a las puertas que abrió Breath of the Wild.
- La música añade un toque de maestría capaz de encogerte el corazón, ya sea por emoción o por puro pánico.
- El renderizado y la distancia de dibujado están sumamente pulidas, incluso más que en la entrega anterior, dando un toque más detallado al juego.
Contras
- La continuidad está completamente rota en la entrega. Los personajes que con tanto cariño recordábamos parece que ni nos reconocen.
- No hay apenas explicaciones de cómo evolucionó la humanidad tras el Cataclismo ni tampoco queda rastro de las estructuras Sheikah, desaparecidas por completo sin una razón de peso aparente.